martes, 13 de diciembre de 2011

Nota de Tomas Bulat en el Cronista Comercial

 
El discurso de la Presidente en su asunción, más allá del tono poco protocolar y de hablar poco del futuro, hizo un fuerte hincapié en la economía. Es lógico: la oposición política ya no existe más y la fuerte crisis europea está dando algunos sustos, constituyéndose en una buena razón para hablar de sintonía fina en la Argentina.
Como era previsible, Guillermo Moreno tiene más poder y Hernán Lorenzino más viajes al exterior. Pero la mención reiterada de la competitividad y de la creación de una subsecretaria dedicada a ese tema es algo que llamo la atención y es interesante de evaluar.
¿Qué es la competitividad?
La competitividad es la comparación entre países de los precios de aquellos bienes o servicios transables. Un país es más competitivo que otro si es capaz de proveer un bien o un servicio de la misma calidad a menor precio que uno producido en el país que lo compra.
Por ejemplo, si una silla fabricada en la Argentina vale 100 y una de igual calidad importada de Brasil puede ser vendida a 95 ganando lo mismo, implica que Brasil es más competitivo, al menos en sillas.
La competitividad depende entonces de dos factores. La relación cambiaria y la productividad entre los países que vamos a comparar. Cuanto más bajo el tipo de cambio real de un país, más competitivo se vuelve. Cuanto más alta la productividad, más competitivo también. Es decir que los países buscan su competitividad con ambas combinaciones.
Es decir que un país de productividad baja, para poder competir tiene que tener tipo de cambio bajo. A medida que su productividad crece, puede entonces aumentar su tipo de cambio sin perder competitividad.
Pero no pueden estar desconectados. Esto es, el incremento de la productividad, en el mejor de los casos es entre un 2/3% por año en un país con alta inversión en capital físico y humano. Por lo tanto para mantener la competitividad, suponiendo que la productividad crezca 2%, el tipo de cambio real solo podría subir 2%.
Si el tipo de cambio real sube por encima de ese incremento, se da la paradoja de que el país gana en productividad pero pierde competitividad (es lo que pasó en los ‘90 durante la convertibilidad)
¿Qué es el tipo de cambio real?
Para saber si un tipo de cambio esta bajo o alto, hay muchos indicadores, pero lo importante no es la foto sino la película. Y para verla, hay dos datos a tener en cuenta. El primero es cómo varía el tipo de cambio nominal y después la diferencia de inflación entre los países.
Veamos el ejemplo concreto. Analicemos la evolución de la competitividad de la Argentina respecto a su principal socio comercial en el 2011. Desde enero hasta hoy el real se devaluó un 8,9% en relación al dólar, mientras que el peso lo hizo un 8,3% es decir prácticamente igual. No tuvieron diferencia. Pero cuando se compara la inflación interna de cada uno, se ve que Brasil puede terminar con 7,3% y aún con la inflación del INDEC, del 9,3% argentina perdió un 2,6% de competitividad frente a Brasil. Si la inflación de Argentina, se parece a la suba salarial promedio, que es del 28%, entonces Argentina perdió un 21% de competitividad.
En los últimos 2 años, los precios en el país subieron 50% y el tipo de cambio se devaluó contra el dólar un 15% y contra otras monedas hasta un 25%. Por más que la productividad crezca, nunca podrá compensar semejante revaluación cambiaria.
El sufrimiento del interior (o de la argentina profunda)
Es normal que un país sea competitivo en algunos bienes y no competitivo en otros. Es por ello que se puede seguir siendo competitivo en soja, pero dejar de serlo en vino o en fruta. Es por ello que a medida que se retrasa el tipo de cambio, todos los productos van perdiendo competitividad, pero algunos tienen mucho colchón y otros no. Es allí cuando las producciones del interior empiezan a perder rentabilidad mientras la macroeconomía aguanta, porque, por ejemplo, la soja aguanta.
Durante los ‘90 el interior fue el que más sufrió, pero las decisiones se siguen tomando en Buenos Aires, donde su sector de servicios no es un bien transable, por lo que no le teme a la competencia externa, pero se mantiene a costa de la destrucción de la producción del interior.
Paradójicamente, que el precio de la soja haya bajado es una buena señal para el interior no sojero, porque obligara a tomar decisiones macroeconómicas que mejoren la competitividad ya perdida por muchos de ellos.
Club de devaluadores
El actual presidente de la UIA, Ignacio de Mendiguren, se puede haber sentido tocado por pertenecer al club de devaluadores. En los 90 la inflación no era un problema, sino el tipo de cambio. Pero como trate de mostrar en esta nota, el problema no es la devaluación, el problema es nuevamente, la inflación.
Mientras la inflación siga en los actuales niveles o levemente menores, el club de los devaluadores va a ir sumando adeptos, no por simpatía, sino por supervivencia.
 
 
 

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