jueves, 20 de octubre de 2011

¿Invertir o aconsejar? ¿Dónde está el negocio?

 Hay noticias que parecen intrascendentes pero no lo son y despiertan nuestra curiosidad. Al respecto, recuerdo cuando a principios de 2007 me enteré que una de las empresas de servicios financieros más grandes del mundo reportó en sus balances del año 2006 ganancias por aproximadamente 7.500 millones de dólares, un 47% más que el año anterior.
Inmediatamente me pregunté: “¿Puede ser que en un año donde los activos financieros no rindieron mucho más que la inflación y la tasa de interés real fue negativa en casi todos los países del mundo, por intermediación financiera un broker haya ganado un 47% más que en el período previo? ¿Y justo en un año donde cobraron protagonismo las demandas de clientes a brokers por mala praxis?”
Está claro que el broker vive de la rotación de las inversiones de sus clientes y no de las ganancias que éstos obtengan. Para los brokers, conviene más tener un cliente con $10.000 que compra y vende todos los días que otro con $300.000 que opera poco y mantiene sus inversiones sin cambios por mucho tiempo.
Es debido a esta regla que muchos cambian tanto y tan seguido de opinión... Un año se los puede encontrar aconsejando comprar bonos de un país que promete alta rentabilidad a sus tenedores y el siguiente, trabajando para ese Estado deudor, buscando concretar la mayor quita posible sobre las tenencias de los mismos inversores a quienes meses antes había asesorado. La comisión pasó a pagarla el Estado, y hablamos de comisiones, no de ética...
Una historia para estar precavidos
John Paulos cuenta en su libro “Un matemático invierte en la Bolsa” que un día a un amigo suyo le llegó una carta donde una firma de brokers nueva le hacía saber que había encontrado un método para ganar mucho dinero rápidamente. El sistema se basaba en un sofisticado programa de computación que permitía adelantarse a los movimientos del mercado accionario.
Para que pudiera testearlo, le ofrecían el pronóstico de cada semana, gratis durante cinco semanas. Así él podría comprobar la eficiencia del sistema. Concluido este período, le proponían firmar un contrato por US$ 500 mensuales para continuar orientándolo con los consejos semanales, muy conveniente si demostraban ser eficaces.
Efectivamente, acertaron las cinco semanas, el amigo se suscribió y pagó US$ 500 para seguir recibiendo las cartas.
El secreto del éxito: lo que el amigo no sabía...
Los brokers habían enviado 32.000 cartas la primera semana, 16.000 anticipando un alza del mercado y 16.000 apostando por una caída.
A la semana siguiente, enviaron predicciones sólo a aquellos que había recibido el dato correcto (50%, exactamente). A una mitad se le anticipó una suba y a la otra, una baja.
Fueron entonces 8.000 los que recibieron con satisfacción el segundo acierto. La estrategia se repitió a la tercera semana, al término de la cual quedaban 4.000 potenciales clientes que comenzaban a asombrarse por la aparente efectividad de las predicciones.
Nuevamente, los brokers dividieron los pronósticos en partes iguales, acertando con unos y errando con otros. Quedaban en carrera 2.000 personas.
Al cabo de la quinta semana, 1.000 personas se convencieron de las bondades del sistema, convirtiéndose en suscriptores de los envíos, y los brokers lograron hacerse con 500.000 dólares.
Evidentemente, muchas veces resulta más rendidor el negocio de la intermediación financiera que asumir riesgos en una inversión.


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